Tenía todo lo que necesitaba en su montaña, había comida y provisiones en abundancia, tenía un pequeño huerto cerca de su cabaña y mantenía unos cuantos animales para suplir sus necesidades, cerca de un estanque de roca lleno de agua que bajaba de más arriba de la montaña.
Su vida era tranquila y satisfecha. Tras desayunar y realizar sus tareas matutinas, se preparaba el almuerzo y se lo llevaba al roquedal, donde podía sentarse a observar la actividad del pueblo.
La ciudad estaba muy lejos, la gente corriendo de un lado a otro realizando sus tareas cotidianas le parecían hormigas, pero incluso a través de todo el bullicio y ajetreo parecía tan tranquila. Le parecía un gran ballet o danza.
Observaba las actividades del pueblo todos los días, y finalmente decidió que bajaría al pueblo y experimentaría por sí mismo este hermoso ballet. Cogió su abrigo y empezó a bajar la montaña. A medida que descendía, empezó a oír ruidos extraños, y cuanto más se acercaba al pueblo, más fuertes se hacían.
Finalmente, llegó al pie de la montaña. El ruido aquí era casi ensordecedor, dondequiera que se volviera había gente corriendo haciendo tareas que ni siquiera podía empezar a entender, mientras trataba de caminar por las calles, estaba siendo empujado y empujado por la multitud de personas.
No podía entender adónde había ido a parar aquel ballet tranquilo y hermoso.
Incapaz de soportarlo más, el ermitaño huyó de la ciudad, de vuelta a la seguridad de la cima de su montaña. Al llegar a su casa, se acercó a la cima y miró de nuevo hacia abajo, hacia la ciudad; para su sorpresa, la belleza y el silencio habían vuelto. Aún podía ver a todas las hormigas corriendo por debajo, pero ya no había ruido, todos los gritos y la mezcla de voces habían desaparecido, sustituidos por el sereno silencio que siempre había oído antes.
Se sentó y se quedó mirando asombrado, preguntándose cómo podía surgir una belleza tan apacible de un caos tan ruidoso.
En nuestras vidas y negocios, a menudo nos sentimos abrumados por lo que ocurre a nuestro alrededor, pero ¿es realmente la estresante olla a presión que creemos que es? Cuando nos sentimos abrumados, nuestra respuesta natural es rendirnos, derrumbarnos. Pero cuando sientas que se acercan esos momentos, intenta alejarte de los problemas cotidianos y mirarlos desde lejos.
A menudo, te darás cuenta de que la situación o decisión sobre la que has perdido el control, que te está estresando, cuando te alejas de ella y la ves sin todo el resto del desorden, no es ni la mitad de mala de lo que piensas, y a menudo cuando la ves desde fuera (mirando hacia dentro) puedes ver la solución más clara de lo que lo harías cuando estás justo dentro del problema.
Cada día, tómate un momento, sal de tu negocio, de tus problemas, encuentra tu "cima" y mira tu vida desde allí.
Todo depende de tu perspectiva, cuando la que tienes no te sirve, simplemente levántate y vete a otro lado.